8.30.2013

Confesiones del Mas Alla a un Mundo Contemporaneo - Los pecados del Los Hombres

LOS PECADOS DE LOS HOMBRES

J – La culpa de los pecados en general y de cada pecado en particular. Se puede hablar de cada uno de estos pecados separadamente, en sermones diferentes, o agruparlos en un mismo sermón, como fuera más útil a cada uno, mas antes debe invocarse siempre al Espíritu Santo.

E – Judas Iscariote, habla en nombre de la Santísima Trinidad (...), Judas, ¡Habla!
J – Es preciso que la juventud, que los creyentes, tomen conciencia de la gravedad del pecado, como él es de inmensamente grave y funesto, de donde vienen y a donde conducen, cómo vienen, cómo podría evitarse, lo que es preciso hacer para atenuarlo y para eliminarlo completamente. (gime).

E – Judas Iscariote, ¡continúa diciéndonos la verdad de parte de la Santísima Virgen, de la Rosa Mística!
J – En primer lugar es preciso decir que la oración es uno de los pilares más sólidos, en la que se asienta la vida cristiana. Es preciso proclamarlo desde los púlpitos y no desde los micrófonos. Mil micrófonos no sustituyen al púlpito. Cuando un Padre habla del púlpito, los fieles están directamente atentos a la Palabra de Dios, no miran para adelante, para atrás o para los costados, en una palabra, se evita cualquier posibilidad de distracción y pueden concentrarse mucho mejor.

E – ¡Más todo eso ya fue dicho aquí, según la voluntad de la Santísima Virgen!
J – Si, ya fue dicho pero es preciso que vuelva a repetirlo, es preciso que me refiera mas una vez.
E – ¿Y cuándo tú hablaste de esto, Judas Iscariote? ¿Todavía lo recuerdas? ¡Habla en nombre (...)!
J – Si, el 31 de octubre.
E – ¡Continúa, continúa en nombre (...)!
J – La culpa es mayor de lo que cualquiera de ustedes puede imaginar. Nosotros, los demonios, somos horribles.

Tenemos miedo uno de otros.

Tenemos un aspecto horrible. Y es insoportable estar uno al lado del otro, ¡Si al menos no tuviéramos que mirarnos la cara! Más tenemos. ¡Y a eso somos obligados! Tenemos que vivir en este charco diabólico por toda la eternidad y mirándonos la cara.

Cuando somos obligados a mirar los pecados o las culpas de los hombres, se apodera de nosotros un gran terror. Pueden así imaginar la gravedad de la culpa, que hasta consigue aterrorizarnos, a nosotros demonios, acostumbrados a tantas cosas, que permanecemos día a día en este tormento, que somos obligados a contemplar hora a hora, minuto a minuto, este espectáculo, terrible entre los terribles. El pecado nos aterroriza. Así, pueden imaginar la gravedad de la culpa, sobre todo delante de Aquel que esta allá arriba (apunta para arriba) y Cuya majestad sobrepasa. ¡Tenía que decir esto (gime de un modo lastimoso)!

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